Si algo parecía claro que iba a diferenciar a Pepe Mel de Julio Velázquez y Juan Merino iba a ser su propuesta futbolística. El técnico bético iba a estar más centrado en proponer que en neutralizar al rival. Para ese cambio en la propuesta Mel fijó su mirada en Dani Ceballos. Le iba a dar el timón del equipo para que su fútbol preponderara. Iba a intentar convertirlo en un organizador, alguien capaz de hilar transiciones de cierta calidad. Pero el oficio no se aprende en un martes de entrenamiento, necesita un proceso que el canterano está notando como ahora analizamos.
Ya comentamos desde este recoveco que ante la manifiesta falta de un mediocentro creativo, la opción de situar a Ceballos en la medular cobraba una fuerza arrolladora a la llegada de Pepe Mel. Otra opción era Portillo, como comentamos a su llegada, pero sus déficits eran más difíciles de pulir. Para Mel era más fácil hacer de Ceballos un jugador más ordenado y cerebral que convertir a Portillo en un jugador intenso en labores de contención. También es más sencillo pretender dominar los encuentros con un Dani Ceballos en proceso de aprendizaje que con un doble pivote de vocación defensiva.
Es fluorescente que Dani Ceballos no se encuentra tan cómodo en la base de la jugada como en tres cuarto de campo por más que su libertad sobre el eje vertical sea notable. Dicha incomodidad no es tanto por jugar atrás, sino porque sus movimientos sin balón deben ser otros, y de forma natural no les sale. Se le nota que no tiene formación como mediocentro. Sin el esférico en su poder, el canterano no sabe dónde ubicarse. Se le observa inquieto porque quiere la bola, pero no sabe dónde pedirla para facilitar el pase a su compañero. Tiende a solapar su radio de acción y/o a pedirla demasiado atrás. Esto, teniendo en cuenta la responsabilidad que Mel ha depositado sobre él, provoca cierta congestión en el juego. El fútbol no es del todo fluido por que las asociaciones entre los dos centrocampistas no son buenas.
Una vez el equipo está en campo contrario también se le ve incómodo a Ceballos. Está en todos lados para no estar en ninguno. Las pide todas, pero esas ansias y mala ubicación le lleva a que sean recepciones de escasa o nula ventaja. Por tanto, el rendimiento individual que puede sacar de dicha recepción es aproximadamente cero.
Obviamente estos errores son normales en un jugador que está aprendiendo una nueva demarcación. A Ceballos no le falta calidad ni condiciones para ejercer dicho rol, sólo necesita tiempo para saber dónde ubicarse y dónde arriesgar. Le falta acoplar su lectura de juego a la nueva posición. En este sentido, la velocidad o la lentitud de su aprendizaje también va a depender de quién sea su compañero en la sala de maquinas bética. Para Dani no es lo mismo compartir medular con un jugador más anárquico que él como el Lorenzo Reyes que hacerlo con un jugador más posicional y equilibrado como Xavi Torres. Este último es un jugador de automatismos más marcados, por lo que la adaptación de Ceballos a su fútbol es, obviamente, más sencilla.
Es fácil dirigir la mirada hacía Dani Ceballos cuando el equipo protagoniza un traspié, pero ante la falta de un mediocentro creativo puro, el Betis le necesita en ese rol si sus intenciones son campeonar la categoría y hacerlo con un fútbol dominador, un juego a la altura del objetivo. El canterano hace muchas cosas bien, su techo futbolístico sólo de vislumbra con catalejo, pero es obvio que está en pleno máster para aprender una nueva demarcación, una posición con consignas muy concretas, de las cuales algunas todavía le faltan al talentoso centrocampisa bético. Las aprenderá, con el método de ensayo y error, porque ganas no le faltan, y porque la confianza en él de quien le instruye parece enorme.
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